Es sorprendente como algunos comentaristas de TV en Estados Unidos y, sobre todo, uno que es muy admirado por muchos simpatizantes del Partido Republicano, toman tan a la ligera la amenaza del expansionismo ruso, hasta el punto de criticar al Presidente Biden –calificando su política de imprudente, exagerada y peligrosa– por su reacción frente a la movilización de todo un poderoso ejército en las fronteras de Ucrania.
En realidad, debiera ser todo lo contrario y sería razonable que la crítica estuviera orientada a subrayar que es una postura demasiado blanda por la que demuestra un desconocimiento de las realidades históricas y de las consecuencias de no enfrentar con firmeza las acciones agresivas y las amenazas de caudillos ambiciosos. Para hacerles frente, no basta el apaciguamiento ni, mucho menos, el diálogo conciliador y razonable. El objetivo de caudillos como Putin o Xi Jinping es tantear hasta dónde pueden llegar en sus ambiciones para imponerlas gradualmente por la fuerza, hasta que sus avances expansivos se basen en una capacidad militar mucho más poderosa que crean capaz de aplastar sin miramientos la voluntad de resistencia del mundo democrático.
Puede que entonces, llegado a ese nivel, el mundo democrático reaccione y logre vencer a los agresores con un altísimo costo que pudo haber evitado imponiéndose cuando todavía era posible hacerlo sin necesidad de una guerra devastadora.
La historia nos enseña esta cruda realidad sobre las consecuencias del apaciguamiento y de la excesiva moderación frente a los agresores que condujo a la horrorosa II Guerra Mundial. Recordemos que en Estados Unidos entonces, como ahora este comentarista de la TV, la mayoría llegó a convencerse de que el país no tenía nada que ver con la guerra europea ni con las invasiones japonesas en el Asia continental. Roosevelt sabía que era indispensable involucrar a Estados Unidos para impedir el triunfo de los países del Eje, pero le tomó dos años de sanciones impuestas a Japón para provocar su ataque a Pearl Harbor y justificar así su entrada en la guerra. Por supuesto, no se limitó a enfrentar al agresor japonés sino que también le declaró la guerra a Hitler, pero ya era demasiado tarde para evitar el desastre mundial.
Esos hechos lograron unir al mundo aliando a todas sus fuerzas contra los cinco países del Eje, Alemania, Italia, Japón, Hungría y Rumania, que acabaron aplastados por el enorme peso militar e industrial que aglutinaba a todo el resto del planeta. Pero el costo y el reguero de sangre y dolor fueron inmensos. Pudo haberse solucionado a bajo costo mediante una decisiva intervención militar en 1938, cuando Hitler pretendía anexarse Checoslovaquia y el expansionismo japonés todavía se limitaba a China y Corea. El apaciguamiento y la espera hasta 1941 tuvo horrorosas consecuencias.
Abandonar a Ucrania a su suerte o hacer lo mismo con Taiwán, limitándose a la débil amenaza de sanciones económicas y diplomáticas no es el método que entienden los ambiciosos para conformarse con estas incipientes victorias. Si se les permite, limitándonos al recurso del pataleo, probarán a llegar más lejos. Rusia continuará su avance en el Cáucaso y es muy probable que se apodere de Georgia, Azerbaijan y Armenia en esa región. Todo depende de la confianza que vaya ganando de lograrlo con impunidad.
Ya no tuvo empacho en invadir Kazajistán hace pocos días para suprimir un levantamiento popular en contra de la cruel dictadura allí entronizada; en cierto modo, como lo hizo también en Siria. Ya ha convertido a esos países del Asia Central y el Oriente Medio en sendos satélites dependientes de su poderío militar. En el escenario europeo, Estonia cuenta con un alto porcentaje de habitantes de origen ruso y el mismo pretexto de Ucrania lo pueden usar en este otro país.
Por su parte, China no se conformará con apoderarse ("recuperar", dirán ellos) de Taiwan sino que ya proyectan y despliegan su dominio sobre todo el Mar Meridional de China a costa de Filipinas, Vietnam, Indonesia, Malasia y Brunei (en el mapa, la línea
en rojo marca la extensión de lo que reclama China como suyo). Tampoco abandonarán sus ambiciones de arrebatarle una serie de islas a Japón ni de empujar a su satélite norcoreano a intentar la reunificación de las dos Coreas por la fuerza de las armas.
¿Es eso lo que queremos? ¡En serio!